domingo, 22 de abril de 2012

Una historia real

Hoy quiero ponerme un poco más serio y transmitiros una historia que descubrí hace poco. Es la historia de Iqbal Masih. Un niño cristiano en un mundo musulmán que perdió la vida por tratar de crear un mundo más justo.


En el vídeo que adjunto más abajo, se explica que Iqbal es un niño pakistaní que fue vendido por sus padres a los cuatro años para pagar la boda de su hijo mayor. El precio de su venta fue de aproximadamente doce dólares.
Pusieron a trabajar a Iqbal (junto a otros muchos niños) en condiciones infrahumanas: no les permitían levantarse  y estirarse (trabajaban agachados), les daban el mínimo posible de comida y agua para evitar el crecimiento de los niños y así poder aprovechar más tiempo su trabajo, les infringían castigos corporales...

Escapó a los diez años de la esclavitud en la que se encontraba y quería, por todos los medios, ir a la escuela. Así que completó en dos años lo que habría tenido que hacer en seis. Iqbal tenía el sueño de liberar a todos los niños que estaban esclavos como él lo estuvo y que tuvieran la posibilidad de tener "infancia" a través del acceso a la educación.

Iqbal comenzó a reivindicar estas situaciones en Pakistán, y logró audiencias tanto en Inglaterra como en Estados Unidos de América. Proclamó todas las injusticias que se estaban dando en su país (y probablemente en muchos otros lugares del mundo) sobre explotación infantil, e intentó concienciar a la gente de que la situación no podía seguir así.

Imaginemos la escena: un niño de diez-once años viene a hablar a mi clase para contar que hay miles de niños que no solamente no tienen la oportunidad de ir al colegio, sino que están siendo víctimas de crueles tratos.

Iqbal, aún sabiendo el peligro que corría, volvió a su país para acabar lo que había empezado y estar cerca de todos los niños que estaban viviendo lo que él había sufrido. Le mataron de un disparo a la edad de doce años.

Desolador, injusto y tremendamente deprimente. No es comprensible que en el mundo sigan ocurriendo cosas de este estilo. Sin embargo, la obra de Iqbal no fue en vano, ya que desde entonces, se han creado ocho escuelas en diferentes países para estos niños que son maltratados como lo fue Iqbal.

El día de su muerte, 16 de abril, fue elegido para conmemorar el Día Mundial contra la explotación infantil.










Existe la posibilidad de trabajar esta historia con los alumnos (aunque es dura) para concienciarles de las injusticias de este mundo. Hay un libro sobre Iqbal de la editorial SM que podría ser interesante para llevarlo al aula: La historia de Iqbal


Esta es una historia real. La historia de un niño maltratado que luchó contra la injusticia. Un niño de once años que se enfrentó a la sociedad para luchar por la libertad y la educación para todos.

domingo, 15 de abril de 2012

Hago y entiendo

Me permito el lujo de tomar prestada la última frase de la enseñanza de Confucio para titular el post de hoy:

Oigo y olvido
Veo y aprendo
Hago y entiendo


Parece ser que en el siglo XXI todavía hay maestros que no comprenden esta pequeña enseñanza de Confucio. Y eso que a lo largo del tiempo ha habido varios pedagogos que han desarrollado sus teorías del aprendizaje a través de esta sentencia, tales como Pestalozzi, Montessori o Dewey.

Si el maestro imparte una clase magistral, en la que se dedica a exponer un tema y no hace más que comunicar a través de la palabra, es difícil que los alumnos integren los conceptos que el profesor les está tratando de enseñar. Nos pasa exactamente lo mismo a los adultos, si asistimos a conferencias o charlas en las que el ponente se dedica exclusivamente a exponer oralmente, es fácil que "desconectemos" en algún momento, aunque vayamos interesadamente y con predisposición a escuchar ¿Por qué pasa esto? Pues porque el alumno no pone de su parte para aprender, se trata de un aprendizaje pasivo (escuchar al profesor no requiere prácticamente esfuerzo). Cuando esa exposición oral del profesor la acompaña de una presentación visual, la integración de los conceptos por parte del alumno aumentará, ya que está escuchando y observando al mismo tiempo el concepto. Es lógico que aumente la proporción de contenidos adquiridos. Pero el aprendizaje sigue siendo pasivo. El alumno no necesita de un gran esfuerzo para escuchar y mirar la pizarra.

Sin embargo, para que los alumnos puedan entender lo que se les explica, lo mejor es que hagan, que manipulen, que experimenten...

¿De qué nos sirve que nos cuenten lo que es un pez, si nunca hemos visto uno? Llevemos el pez al aula, diseccionémoslo y observemos cómo es un pez por dentro.

El alumno logra entender lo que es un soneto. ¿De qué le sirve si no le pedimos que escriba uno, que lo recite, que lo interprete, que lo dibuje...?

¿Qué sentido tiene plantear a los alumnos un problema de matemáticas en el que tengan que calcular cuándo se cruzan dos trenes? Con razón se preguntan: "¿Y para qué me sirve a mí esto?" Si queremos trabajar este tipo de problemas, utilicemos el entorno, "usemos" a los propios alumnos. Saquémosles al patio y hagamos que corran calculando velocidades, distancias y tiempos con un cronómetro.
 
 Edgar Dale expone en su cono lo que he estado comentando:


De todas formas, ¡cuidado! Todo lo relacionado con los procedimientos, la manipulación y experimentación es muy bonito e imprescindible para el proceso de aprendizaje de los alumnos. Sin embargo, es fundamental apoyar estos procedimientos con explicaciones teóricas. No sirve de nada si lo hacemos, pero no lo explicamos, porque el alumno entenderá, pero no aprenderá.

Comparto hoy un conjunto de viñetas del psicopedagogo y dibujante italiano: Francesco Tonucci (FRATO) relacionado con este aprendizaje que he comentado: hacer es entender.


lunes, 2 de abril de 2012

Ser maestro

Maestro... ¿no os parece una palabra preciosa?

A mí, desde luego, me llama la atención. Si me dan a elegir, prefiero ese término antes que otros igual de válidos como profesor, docente o educador.

Y es que la palabra maestro tiene más significado que todas ellas. Proviene del latín magister, donde era usada por los romanos para designar a una persona que tenía poder y autoridad sobre otras. Probablemente se haya asociado el uso que le daban en la Antigua Roma con el posterior uso que se le ha dado, y por ello los maestros de los siglos pasados fueran tan autoritarios.

Me llama la atención, sin embargo, no solamente porque implique poder y autoritarismo, sino porque dicha palabra también es empleada en otros campos que no son "explícitamente" educativos. Y entrecomillo explícitamente porque aunque no son situaciones en las que existe una persona delante de una pizarra educando a sus alumnos delante de unos cuantos pupitres, probablemente sean situaciones en las que se eduque y adoctrine de una manera más pura y verdadera.

¿Cómo habría acabado Luke Skywalker sin los consejos y las enseñanzas de su maestro Yoda? Quizá hubiese sucumbido al lado oscuro, ya que nadie le habría enseñado la diferencia entre el bien y el mal.


¿Qué le habría sucedido a Daniel Larusso (más conocido como Daniel-san) si su maestro (como sinónimo de Sensei en este caso), el señor Miyagi, no le hubiera enseñado a defenderse? Yo diría que los de la pandilla de los Cobra aún estarían dándole palizas.

¿Sería alguien Harry Potter sin su maestro y protector Dumbledore? Mientras puede, Dumbledore le enseña a Harry, no solamente conocimientos y hechizos útiles para luchar contra Voldemort y los mortífagos, sino algo mucho más importante: lo que importa, por encima de todo es el amor. Sus "lecciones" le salvan la vida a Harry varias veces.

O la relación ya conocida por nosotros entre Po y el maestro Oogway, que le da ánimos para continuar en su lucha interna (aunque su verdadero maestro sea Shi-fu, el cual también guía a nuestro amigo en varias ocasiones).

Pero resulta que esta denominación está también muy presente en las grandes religiones. La palabra maestro es sinónimo de gurú tanto en el hinduísmo como en el budismo, y significa "maestro espiritual". Es una persona importante que indica el camino que hay que seguir y una persona a la que se le puede consultar.

Y aunque parezca mentira, hasta los santos del cristianismo tuvieron maestros. Mirad por ejemplo a san Agustín, uno de los filósofos más importantes de la historia. ¿Lo habría sido tanto sin la guía de su maestro el también santo Ambrosio de Milán? Otro santo a su altura es santo Tomás de Aquino, que tampoco habría llegado muy lejos sin el apoyo y la sabiduría de su maestro san Alberto Magno.

A Mahoma, a Buda, a Confucio o a Lao-Tse se les llamaba "maestro".
Incluso a Jesucristo le denominaban del mismo modo, ya que "maestro" es el título más grande y más importante que te pueden dar. En hebreo maestro es rabí, que para los judíos son las personas más sabias, las que transmiten el conocimiento y las que explican las escrituras.
Jesucristo siempre hace referencias a las escrituras y hablaba en la sinagoga, como los rabinos.

Yo quiero parecerme en algo a todas estas figuras. Sentir que lo que transmito a mis alumnos va mucho más allá de meros conocimientos. Ser capaz de infundir valores, actitudes, ilusión, esfuerzo... Prepararles para lo que va a ser la vida. Por eso digo: "YO QUIERO SER MAESTRO"